Pensaba en lo cliché de las estaciones de tren. Sin embargo para Villa Maza la estación significó no sólo su nacimiento sino también su decadencia. Las vías tienen tanto poder. También es interesante porque fuimos en tren, y en tren nos volvimos. El tren tiene algo con el viaje que ya de por sí sólo genera significancia. Quiero decir, no sería lo mismo haber tomado un ómnibus o avión para ir. El tren cierra el círculo. Tren y cine... la llegada del tren a la estación, las vías de una dolly, en fin.
Antes de llegar al pueblo, entramos a la estancia San Francisco. Ahí nos topamos con la maison por primera vez. De ahí, nuestro primer ejercicio. El lugar:
Domingo, la tradición católica florece. El culto está más activo que nunca. También los ritos, las creencias y las religiones. Incluso se ve un poco el miedo al ser superior que todo lo ve. En Maza es fin de semana de comuniones. La iglesia es como el cine: uno puede ver de todo. Lo lindo, lo feo, lo flaco, lo viejo, lo desagradable, lo místico.
Hacía años que no iba a misa, por lo menos en esa iglesia. Fue loco encontrar todo tan intacto como las escrituras. De repente, la misa fue absolutamente cinematográfica. Qué guión! Un lugar muy apropiado para poner la cámara. El sacerdote nos hizo mate, nos interrogó, muy amena la charla. Le halagó los aros a Camille. "Esos aros son especiales". Dio luz verde a nuestra intromisión documentalista. Entonces surge la situación:
La siesta es el momento más decadente de los pueblos. Donde se hace visible esta angustia, sobre todo a la siesta veraniega, con 40 grados de calor. Sin embargo, dentro de las paredes de los hogares, la siesta es sagrada. No es angustiante, es liberadora. En Buenos Aires necesitamos más siestas, más decadencias, menos progresos quizá. Y menos autos y menos ruido. Y en la última siesta, a 4 horas de irnos y sin haber completado la consigna (nos falta el retrato), sale entre los cuentos el de la llorona. La llorona es un ícono del pueblo. -Que más? -Y esa lámpara? Es poderosa -Muy interesante. -Y la cancha de squash? -Es de pelota-paleta. -Tiene buena acústica. -La actriz es cantante? -Sí, y muy buena. -La llorona llora en la cancha de squash. De pelota-paleta. El retrato:
Antes de llegar al pueblo, entramos a la estancia San Francisco. Ahí nos topamos con la maison por primera vez. De ahí, nuestro primer ejercicio. El lugar:
Domingo, la tradición católica florece. El culto está más activo que nunca. También los ritos, las creencias y las religiones. Incluso se ve un poco el miedo al ser superior que todo lo ve. En Maza es fin de semana de comuniones. La iglesia es como el cine: uno puede ver de todo. Lo lindo, lo feo, lo flaco, lo viejo, lo desagradable, lo místico.
Hacía años que no iba a misa, por lo menos en esa iglesia. Fue loco encontrar todo tan intacto como las escrituras. De repente, la misa fue absolutamente cinematográfica. Qué guión! Un lugar muy apropiado para poner la cámara. El sacerdote nos hizo mate, nos interrogó, muy amena la charla. Le halagó los aros a Camille. "Esos aros son especiales". Dio luz verde a nuestra intromisión documentalista. Entonces surge la situación:
La siesta es el momento más decadente de los pueblos. Donde se hace visible esta angustia, sobre todo a la siesta veraniega, con 40 grados de calor. Sin embargo, dentro de las paredes de los hogares, la siesta es sagrada. No es angustiante, es liberadora. En Buenos Aires necesitamos más siestas, más decadencias, menos progresos quizá. Y menos autos y menos ruido. Y en la última siesta, a 4 horas de irnos y sin haber completado la consigna (nos falta el retrato), sale entre los cuentos el de la llorona. La llorona es un ícono del pueblo. -Que más? -Y esa lámpara? Es poderosa -Muy interesante. -Y la cancha de squash? -Es de pelota-paleta. -Tiene buena acústica. -La actriz es cantante? -Sí, y muy buena. -La llorona llora en la cancha de squash. De pelota-paleta. El retrato:
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